Monday, November 23, 2009

Esas (Odiosas) Etiquetas Jerárquicas Escolares.


Como suelo escribir de la experiencia propia y a mi vida no le pasa naranja, quisiera un espacio para hacer pública una queja. Sé que no es lo más alentador, sé que todos estamos cansados de escuchar y leer quejas. Sé que peco de molesta e inoriginal. Pero la realidad es que, quiera o no, quejarme es única y exactamente lo que me surge en éste momento.

Voy a quejarme de las pendejadas. De toda esa gente que aparentemente dejó de crecer en tercer grado, y por lo tanto sigue con la misma mentalidad naif y peleadora.

En realidad, y permítanme romper el tradicional orden cronológico comenzando por los hechos más recientes, todo esto que me venía dando vueltas en la cabeza terminó de concretarse ayer. Voy a comentar, para un mayor entendimiento por parte del lector, que desde hace un tiempo estoy trabajando nueve horas por día (con excepcionales momentos de distracción como, por ejemplo, este mismo), lo cual provoca que llegue a casa totalmente exprimida de energías. Así es, me sacan hasta la última gota. En consecuencia, no puedo hacer mucho más que tirarme a la cama, y para evitar pensar (que es lo que inconscientemente me surge en momentos de soledad y silencio) y seguir usando el cerebro, me pongo a ver películas o series. Conste que no tengo televisor en casa, lo que conlleva a la repetición periódica de dichas distracciones.

Así, hace unos días empecé, por decimoquinta vez, a mirar desde el primero los capítulos de una típica serie Norteamericana, GG. Trata de lo que muchas en los últimos años, la vida de los ricos, los privilegiados, los adolescentes viviendo el sueño consumista. Y por supuesto, todos los dramas, anomalías familiares y demás hechos desafortunados que se esconden tras esa fachada de perfección.

A su vez, como en muchas otras series y películas toando temas similares, se trata hasta el hartazgo los problemas de la jerarquía social en el colegio secundario. Está el personaje en papel de 'Queen Bee', la mandamás, la que pone las reglas para el resto del alumnado, la que define qué es la popularidad, que está in y que out. A su alrededor, un pequeño séquito que debe cumplir sus reglas para ganar el sentimiento de pertenencia al grupo elite del que desean ser parte. Y todas las demás (hablo mayormente en femenino porque en éstas series, y supongo, también en la vida real, los varones suelen ser mucho menos complicados) son las víctimas. Las que no son suficiente o no tienen suficiente, o simplemente llevan un estilo de vida inaceptable para la dictadora en mando.

Ahora, sin dedicarle demasiado tiempo, podemos deducir fácilmente que algo suena fuera de lugar. Con esto quiero decir, que el grupo que se forma y del que todas quieren ser parte, no podría de manera alguna constar de real amistad. Ese sentimiento es al que menos importancia se le da, puesto que la forma de vestir o los lugares a los que salís podrían descalificarte por completo, mucho más allá de los actos de amistad llevados a cabo. Sí hay una fuerte (aunque inválida) idea de lealtad. Lealtad al grupo, lealtad al cumplimiento de las reglas, lealtad a la enemistad ajena. Digamos, no hacemos nada que el resto del grupo no haga, hacemos todo lo que el grupo disponga, y no somos amigos de los enemigos de los que forman parte del grupo. No hablamos con un flaco que hace doce años salió dos semanas con una de mis amigas, por más que muramos de amor. No le contamos a los padres de X (siendo X un integrante del grupo) que su hija se está drogando o tiene alguna clase de problema realmente jodido, aunque quisiéramos hacerlo por preocupación. No tenemos amigos fuera del grupo, o al menos no les dedicamos un tiempo mayor ni igual que al que le dedicamos al grupo. Y otras pelotudeces de ese estilo. ¿A cambio? Reconocimiento. Respeto. Admiración. Envidia. Poder. Ni más ni menos que lo que el hombre busca.

Uno se creería que exagero, yo o los guionistas de dichas series o largometrajes. Bueno, por supuesto, las reglas no siempre están tan explícitas. Pero les puedo asegurar que esto existe. Lo viví en carne propia, lo sigo viviendo. Y no me quejo de personas en singular, ni de las Queen Bee ni de los séquitos del mundo, sino del hecho social en sí.

Ahora, se entiende que desde que existió el hombre existió la discriminación y las diferencias. Estoy segura que hasta en las etnias más antiguas Hombre 1 con dos rocas se sentía mucho más importante que Hombre 2 con una roca, y que a la vez Hombre 2 envidiaba y deseaba ser como Hombre 1. Se podría entender, entonces, que algo tan propio del ser humano, algo casi instintivo, fuera difícil de borrar. ¿Pero no deberían enseñarnos esa clase de cosas? Y no me refiero al discurso de “Chicos, no hay que discriminar, todos somos iguales” bla bla blá. Me refiero a algo más básico, y que va casi al revés. Enseñarnos a no sentirnos mal con nosotros mismos, a no querer ser como otra persona o poder pertenecer a un grupo por ganar cierto poder. Si queremos estar con otras personas, ¿no sería lógico que el motivo fuera que apreciamos su compañía, que nos hacen sentir bien con nosotros mismos, que los queremos? Porque seamos sinceros, enseñarnos a no ser “malos” con los demás es mucho más difícil de lograr que enseñarnos a ser “buenos” con nosotros mismos.

Pero para no irme tanto de tema, sigo con lo mío. Que ésta clase de cosas se den en el colegio primario, es entendible. Sos chico, y querés ser amiga de la más linda, de la que tiene novio, de la que tiene el TV Teddy (¡Qué vieja estoy!) o casa con pileta o una mamá que la deja quedarse despierta hasta las doce. Y bueno… como cuando sos chico la verdad es que la pasás bien con cualquiera, no es demasiado importante.

Que pase en la secundaria ya me parece un poco más raro. Digamos, a los 16 años ya sabés más o menos con qué clase de gente la pasás bien, quién te resulta interesante y quién no. Y pasar por el sufrimiento de estar con gente que no te bancás o que te hace sufrir o que te obliga a ser de cierta manera, me parece una pelotudés. Ya tendrías que saber que vos sos suficiente y sentirte bien con vos mismo, y no pensar que necesitás ser parte de algo más grande y externo. Pero todavía es mínimamente comprensible, ya que si seguís en el mismo círculo cerrado que tenías a los seis años, es difícil que dés un paso al costado y te pongas a pensar por vos mismo en vez de seguir a la manada (que, aceptémoslo, es siempre mucho más fácil y cómodo).

Ahora, que pase en la facultad, una vez que ya egresaste y conociste ambientes y gente nueva, que ya por fin pasaste por los varios dolores e incomodidades de la pubertad, una vez que te enfrentás sólo al mundo y aprendés así que no necesitas a todas las ovejas marcándote los pasos alrededor para sobrevivir… ¿Cómo puede ser que algunos sigan metidos en su estructura de secundaria? ¿Cómo puede ser no crezcan, no cambien al ritmo en que su propia vida lo hace? ¿Cómo podemos seguir esperando vivir de la misma forma cuando todo lo demás es repentinamente tan diferente? Y en el caso en que vos decidas tratar de seguir viviendo como lo hacías antes, ¿cuál es la necesidad de romperme las pelotas a mí, que siempre hice lo que quise, y mientras fue lo mismo que quisiste vos no te jodió para nada?

A lo que voy, puntualmente, es a que si uno no quiere cambiar, o si simplemente no tiene la necesidad, pues bien por ellos. Si yo siguiera en la secundaria sin ninguna responsabilidad o si mi entorno no hubiera cambiado tanto, seguiría seguramente en la misma, y la pasaría bárbaro. Pero mi vida cambió, y hoy por hoy la paso bárbaro también porque no necesariamente los gustos se mantienen. Como cambian las etapas cambia lo que buscamos, lo que nos hace feliz. Y ahí te das cuenta que las que creías tus amigas inseparables, no pueden ver más allá de esa estupidez de grupo. Te das cuenta de que no te aceptan por lo que sos, sino por lo que hacés o dejás de hacer, y con quién lo hacés o dejás de hacerlo (éstas últimas palabras parecerían tener una connotación sexual pero no fue la intención, aunque tampoco es descabellado si las interpretamos de esa forma).

En consecuencia, no les importa realmente si yo estoy mejor ahora que antes (cosa que creo cierta), si soy más feliz o no. Se enojan por cosas que no tienen sentido, por cosas de chicos. Y en vez de hablarlo claramente hacen esas guerras de ‘Queen Bee’, te desplazan, te dejan de lado, buscan hacerte sentir mal y sola.

Y me quejo, no porque esté enojada ni porque me duela, porque la realidad es que (y no quiero sonar presumida pero es así) I’m over it. Pero me quejo y semi-públicamente porque me gustaría saber si alguien comparte ésta opinión o cree que todo ese liderazgo y jerarquía están bien, son necesarios, tienen un propósito o fin, etc. Me quejo porque no quiero sentir que perdí mi tiempo, mis energías, mi cariño y hasta mi plata por personas que no son capaces de tomarse un minuto para pensar fuera de sus reglas infantiles y creencias colegiales. Me quejo porque me rompe las pelotas que me usen o que me hagan hacer cosas con el simple fin de mandar un silencioso pero claro mensaje: “Estás fuera del grupo”. Que quede claro, nunca me interesó el grupo por grupo en sí sino por las personas que lo conforman, y a falta de individualidad y criterio personal de las mismas, sospecho que con o sin presencia el ‘grupo’ se va a la marchanta. Porque de a poco, una a una, en distintos tiempos y espacios, vamos creciendo y cambiando, y aunque parezca mentira cada vez cuesta más aceptarlo. Cada vez las peleas son más grandes y menos lógicas, cuando lo normal sería que todas se dieran cuenta de a poco que lo interesante no es luchar contra el cambio, sino agarrarlo fuerte para que nos lleve en toda esa marea y no nos deje atrás.

Yo puedo decir hoy que estoy feliz con quien soy, que fui una buena amiga y lo seguiré siendo con aquellas personas que sienta que lo merezcan y de las que reciba lo mismo del otro lado. Y tengo a mi alrededor la gente que quiero tener, ni más ni menos. Esas personas con las que podemos no vernos en muchísimo tiempo y el día que nos vemos pareciera que nunca nos hubiéramos separamos ni por un minuto.

Pero si alguien te exige que cambies o que hagas cosas que no querés como condición de amistad, entonces mejor darle para otro lado porque esa gente es preferible tenerla lejos. Eso, yo creo, no es un amigo.

En fin, mis más sinceras disculpas si aburrí a alguno que distraídamente se vio terminando de leer esta nota de interés nulo. Sé que quizás no debería haberla posteado acá pero escribir es mi cable a tierra, mi extrema sensación de desahogo, y pensar que alguien en algún lugar podría estar leyendo y hasta quizás entendiendo lo que digo me causa un leve alivio. Aunque sea en ésta pelotudez y porque hoy no me da el cerebro para escribir sobre ningún tema profundo ni tengo ganas de pensar en las cosas feas, solo esas incontenibles necesidades que aparecen, cada tanto, de quejarnos..

Wednesday, September 23, 2009

Lo más Hermoso de la Vida es aquello que nos Cruzamos todos los días pero no lo Vemos jamás.


Hoy terminé de comprender algo muy propio de mi persona: Amo lo más normal del individuo más insignificante.

No me refiero a alguien más insignificante de lo debido, sino a la persona promedio. Al que se sienta al lado tuyo en el bondi, al que te vende el atado en el kiosco.

Puedo quedarme horas escuchando anécdotas que, a simple vista, parecerían ser de nulo interés. Los acontecimientos más intrascendentes son los que más atraen mi atención. Ciertamente, más que las Grandes Historias sobre Grandes Hombres.

Siempre supe que algo del estilo me sucedía. Todo se fue desplegando de a poco; varias veces llegaba a casa contando contenta algo que me había dejado pasmada o que no me podía sacar de la cabeza, algo que se había dicho en una conversación entre A y B, o algo que un C me había comentado mientras esperábamos al 107. Sin embargo, cuando expresaba aquello que me había intrigado, o trataba de reproducir las palabras exactas de esa persona cualquiera (a la que da igual recordarla como su nombre o como cualquier símbolo como las letras del abecedario), todos me miraban un ratito en silencio para – acto seguido – estallar en carcajadas. “Nos reímos de cariño”, me decían. Y aunque al principio me sentía mal porque terminaban haciéndome creer que, efectivamente, era yo la imbécil que encontraba atrayente hasta los hechos más llanos, ahora lo veo como un don.

Es algo de lo que disfruto, y me refiero a un don en el sentido de que encuentro una belleza en lo más cotidiano que muchas personas se pierden. Quizás por prejuicio, porque simplemente nunca se sentaron a escuchar. Quizás, otras, porque pretenden justamente resaltarse, escapar de ser normal en lo absoluto, quedar por arriba del promedio. Entonces cualquier cosa que pudiera parecer admirable o incluso digno de atención entre las masas los escandaliza.

Hace poco me tocó subir a un 306 Spegazzini casi vacío. Era de noche, y era uno de esos bondis en los que el parabrisas no llega hasta arriba del todo. Digamos, si estás parado no llegás a ver para afuera mirando para adelante. Como la parada de mi casa es apenas visible y mucho menos en la oscuridad de la noche, y pasarse es algo bastante dramático a esas horas porque la próxima parada se aleja demasiado, decidí ubicarme en el primer asiento. Del lado de la ventanilla venía un señor con pinta de conductor (cosa que efectivamente era). Volvía a su casa en una línea diferente a la que manejaba, pero más tarde llegué a la conclusión de que alguna vez sí había trabajado para la 306. En el medio, yo. Y del otro lado, el chofer del colectivo con cara de cansado (pero que no se perdió ninguna parada aunque la gente con los brazos en el aire era apenas visible para mí).

La cuestión es que estando en el medio, y ante la opción de sacar mi iPod y disfrutar una vez más de la música que me acompaña en todos los viajes, no pude evitar quedarme escuchando la conversación entre C1 y C2. Hablaron de muchas cosas: de ex compañeros de trabajo que habían tomado otros rumbos (algunos manejando combis, por ejemplo), de las lomas de burro que crecían o disminuían constantemente, del tránsito, de las rutas nuevas o mejoradas y cómo afectarían su recorrido. Uno de los dos comentó un pequeño cuasi accidente en el que estuvieron a punto de arrancarle uno de los espejos laterales. Se quejaba no del culpable del mismo, sino de que no se hubiera salido dicho espejo. Porque de esa forma, tendría que haber partido sin perder el tiempo hacia la terminal, donde antes de devolverlo al circuito lo arreglarían y llenarían algo de papeleo. Todo eso, expresó, le otorgarían mínimamente una grata hora, hora y media de descanso.

¿Pueden imaginar algo más exasperante que vivir en la rutina perpetua? Y sin embargo, un tipo que acepta esa normalidad de vida, esa persona que se ve a sí mismo sumido en esa serie de naderías, encuentra en lo más mínimo razones para alterarse. Y no hago uso de la palabra alterarse con ningún tipo de connotación negativa. Sino que les provoca algo. Causa una reacción, casi una emoción. Sucesos ocultos por su diminuto tamaño. Sucesos imperceptibles.

Pero lo que más me gusta, y lo que en realidad me tocó ver hoy, es el Hombre Normal, que sabe que es Normal, y está orgulloso y feliz siendo Normal. Esto quizás sea un poco más difícil de entender. Pero voy a contar más o menos lo que me llevó hace un rato a éste razonamiento.

Padre es orgulloso. Está orgulloso de lo que hace, de lo que es. No digo que esté mal, sólo comento una realidad. El sabe que está por encima del promedio, y hace todo lo que está en su poder para estarlo. Se jacta de ser diferente, le fascina formar parte de esa mínima porción que se llama “la excepción a la regla”. Y en todo sentido. En gustos, preferencias, creencias, principios. Todo. Incluso predica que prefiere mil veces una vida Interesante a una vida Feliz.

Hace poco menos de una hora, entró a la oficina el nuevo Presidente del club, un tal C.K. (ojo, no estoy hablando de Clark Kent ni mucho menos). Necesitaba hablar con Padre, pedirle algunas cosas que, sabía, la empresa podía proveer para el country, como conexión de red entre Administración y Guardias, o alguna computadora que ya no esté en uso. Lo interesante surgió cuando empezó a hablar de sí mismo. C. es típico ejemplo de una persona normal. No tan extremo, quizás como un colectivero que en realidad es más fútil que normal (con esto me refiero, a que no cualquiera es colectivero. Insignificante o no, algo lo identifica dentro de un grupo reducido de gente). Es un tipo de clase media, al que le gusta el golf y dejarse el pelo largo. Se come las eses cuando habla (y está más que consiente de aquello), está metido en mil negocios de toda índole. Tiene una esposa y dos hijos (o quizás más con otra esposa). Le gusta andar en moto y es charlador.
Declara que su vida se reduce a su familia. Le parece lo más importante. Tiene 53 años, y dice que es propio de su edad tener algún tipo de inquietud diferente a las que lo atacaron durante su vida. Las llama “miedos” y “ganas”. Dice que tiene ganas de saber. Hace poco, ayudando a estudiar a su hija, se cruzó con algunos textos de Filosofía que lo llenaron de interés. Si pudiera volver a elegir, estudiaría Filosofía. Ahora, lee en sus (pocos) ratos libres sobre algún Filósofo famoso e intenta comprender algunas de las Ideas sobre la Vida.
Juega bien al golf, y le encanta decirlo. Está muy orgulloso de su 2 de hándicap, y lo que es aún mejor, sabe que está orgulloso y que le gusta jactarse de ser buen jugador. Lo hace feliz, dice.
Tiene que ir al Banco, ahora. Hay 17 empleados trabajando para él, y mucho de su día es pagar sueldos, impuestos, facturas de servicios. Hacer colas y depositar cheques.

Y a mí me encanta escucharlo hablar sobre sí mismo, sobre sus pequeñas cosas, esas que lo identifican de alguna forma y a la vez lo vuelven tan parte de la sociedad. Me maravilla la naturalidad con que es capaz de describirse en tan poco. Pocas palabras, poco tiempo. Y ante un individuo casi extraño: Padre, que aparte es para las cosas humanas más bien frío, y trata de volver a los puntos de interés en común. Se cansa de las personas que lo distraen de su trabajo o que hablan mucho.

Más allá del encanto que me producen las personas normales en sus vidas intrascendentes, acabo de percatarme de otra cosa. Conozco de Padre los malhumores, las manías, la voluntad inquebrantable, la persona que le gusta hacernos creer a todos que él es.

Pero en unos pocos minutos, he llegado a conocer más de los gustos y pensamientos de un extraño, de lo que jamás podre saber de Padre en toda una vida.

Tuesday, September 1, 2009

Del Amor y sus Batallas.


La perfección del amor sólo existe mientras éste sea imposible.

Esa pureza platónica de lo inalcanzable, la idealización y el deseo impostergable de necesitar lo que no nos corresponde, lo que nunca podremos tener.

Las películas de amor terminan cuando el protagonista consigue al fin estar junto a su pareja. Porque lo emocionante, aquello que nos trae escalofríos a lo más románticos es la búsqueda en la cual se pretende hacer realidad ese sueño que guardamos en secreto, que lloramos y ansiamos.

Creer que nunca tendremos al otro hace que lo queramos con infinitud, que se vuelva indispensable para nuestra felicidad. Que cada minuto compartido con la otra persona, aunque sea sólo una palabra, una sonrisa observada desde lejos, se transformen en marcas imborrables, en recuerdos inolvidables, en los mejores momentos de nuestras vidas.

Recuerdo de él cada cosa anterior a las cotidianas. Cada silencio, cada charla, cada roce. Cada lágrima, cada muerte y cada euforia.

Hasta que ese anhelo se torna alcanzable, todo lo que hacemos, lo hacemos por primera vez. Todo es una aventura, todo es una experiencia inigualable e irrepetible.

El amor que perdura en la muerte, o aquél que nunca llega a concretarse, es el eterno. El que es puramente amor y jamás dejará de serlo.

¿Qué hubiera sido de Romeo y Julieta si no hubieran muerto ambos? Romeo probablemente se hubiera dado cuenta de que su amada era gruñona, histérica, que no lo dejaba vivir en paz. Julieta pensaría quizás que Romeo era inmaduro y enamoradizo hasta el hartazgo. Se hubieran peleado constantemente, se hubieran vuelto locos el uno al otro. Quizás lo hubiesen callado, sufrido en silencio, viviendo de los recuerdos y de la esperanza de poder, algún día, volver a la pureza de sus sentimientos.

No necesariamente termina el amor, pero sí se vuelve costumbre. Se empieza a lidiar con esos problemas reales, esos mismos que siempre creímos que en un amor así no podrían interferir.

Y sí. Terminan interfiriendo.

Porque el amor ideal es justamente el que se idealiza, el que queda lejos de la realidad.

Es, en un ejemplo algo grotesco, como pasarse una vida mirando con ojitos tiernos las películas de (Actor), y simplemente no poder imaginarlo gritándonos. Porque si en algún universo paralelo pudiéramos casarnos con (Actor), la vida sería perfecta. Él sería perfecto. Vos serías perfecta.

Yo creo en el amor eterno. Creo que puede pasar con cualquiera, a cualquier edad, en cualquier cantidad de tiempo y de cualquier modo.

Pero creo que se requiere de algo quizás más difícil de hallar que el amor mismo: la fuerza para luchar en el Mundo Verdadero. La que nos hace seguir en búsqueda de momentos de pura pasión para no vivir en memorias. La que se esfuerza por un hoy mejor, y no se queda probando nostalgias. La que sabe que el amor es una ocupación, veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

Para la vida en general, es cómodo creer que una Solución Mágica nos será regalada por el Universo o el Karma. Que todo estará bien porque así debe estarlo, y basta con sentarse a esperar que el Destino juegue sus buenas cartas.

De la misma manera, algunos se refugian en el pensamiento de que el Amor Verdadero será aquel que salga de manera natural por siempre, al que jamás tengamos que dedicarle voluntad, al que nunca "cueste".

Estoy segura de que no es así. El amor sí tiene que surgirle a uno sin buscarlo. Tiene que ser incontrolable, incalmable. Pero a medida que se torna en algo menos parecido a las películas y más parecido a la realidad, es entonces cuando de un mismo depende aprovechar ésta oportunidad (probablemente única) que se nos presentó al enamorarnos.

Enamorarse es un regalo, él más hermoso que puede pedirse. Y como a cualquier otro, hay que disfrutarlo, pero también cuidarlo antes de que se rompa.


Es verdad... las cosas cambiaron. Las cosas siempre cambian. Y por lo general, se hacen más difíciles.

Pero por otro lado, si quisiera que las cosas fueran igual que ayer... Entonces jamás debería haberte hablado, jamás debería haberme jugado la vida. Porque lo que buscaba con eso era que, justamente, las cosas cambiaran.

Que algo requiera más esfuerzo, no quiere decir que sea peor. Sino que lo queremos más.

Y sino, preguntale a Romeo, qué tan difícil se le hace amar por siempre a Julieta bajo cinco metros de tierra. Cuando te morís, todo es eterno... Así cualquiera.

Creo que llega un momento en que uno tiene que probarse a sí mismo cuánto realmente ama a la otra persona, porque siempre amar desde lejos, amar en silencio, es más fácil (aunque también más doloroso) que amar no a pesar de los problemas, sino porque sentimos fielmente que esos pequeños problemas y sus resoluciones son los que hacen cada día un amor mejor.

Como todo lo importante en esta vida, el amor es un desafío.

Yo estoy dispuesta a afrontarlo.

¿Y vos?

Tuesday, August 25, 2009

Galileo, PetroVR, Padres.


Si Google no nos miente, en un día como hoy pero 400 años atrás, Galileo inventaba un telescopio. Pudo comprobar que efectivamente, era la Tierra la que giraba alrededor del Sol. Por supuesto, para la Iglesia (que insistía en que nuestro planeta era el centro del universo, con esa arrogancia tan propia de creer que si de verdad hubiera un Dios, en un universo tan grande le daría máxima importancia a la propia raza de aquellos que inventaron la Religión) la noticia fue inaceptable; Galileo fue condenado a la reclusión perpetua.

Mientras tanto, cuatro siglos más tarde, yo estoy acá sentada en el escritorio (que legítimamente le corresponde a S.), mirando por la ventana como el Sol ilumina un césped brillante que me invita a salir corriendo y tirarme a siestar. Aunque suene a lugar común y poco creíble, los pájaros cantan afuera. Sí, señores, CANTAN. Todo me llama, la distracción aparece por doquier, la brisa suave que anuncia cercana a la Primavera casi susurra mi nombre.

Y mientras uso escondida un Internet Explorer para escribir insensateces en un blog que todos creían abandonado, y finjo trabajar (que es exactamente lo que debería estar haciendo), pienso a lo que ha llegado mi vida.

No me quejo, soy feliz. Alguna vez siento sana envidia por individuos sumidos en la fama y la fortuna, pero quién no la siente de vez en cuando. Tengo un novio al cuál amo, amigas a quienes respeto, quiero, y las cuáles me merecen total confianza. Tengo un buen hermano, una familia que aunque esté muy lejos de la perfección, está al menos completa. Una ocupación, un trabajo que me gusta, en un ambiente agradable, con ventanas grandes y pocas interrupciones amenas. Tengo libertad, tengo plata cuando la necesito. Tengo ansias por comenzar mis estudios, tengo ilusiones, planes y proyectos para mi futuro.

Pero... ¿qué hice? No soy inmortal, mi obra no merece ser recordada. Mi obra es inexistente. Mi esencia podría desvanecerse en éste mismísimo momento y sólo algunos pocos lo notarían, menos la extrañarían. Casi nadie la lloraría. Lo que es seguro: la Institución Católica no me repudiaría.

Soy joven, es verdad. O no, quizás es mentira, una mentira que me repito a modo de consuelo. Siempre quiero creer que tengo tiempo. Que quedan oportunidades. ¿Pero no empezó de joven toda esa gente que llegó a "ser alguien"?

Es verdad que personalmente, creo que el mayor triunfo en la vida es la felicidad. Ser feliz, no tener grandes arrepentimientos. Amar y ser amado.

Y es verdad también, que éstas angustias se me pasan tan rápido como me atacan. Seguramente sean causadas en gran parte por las palabras de Madre y Padre, que en su intento de alentarme, no hacen más que convencerme de que lo que no hice hasta ahora no lo haré jamás. Me mentalizo, me hundo, cavo mi propia tumba sin siquiera darme cuenta.

Tuesday, June 2, 2009

En búsqueda de la Respuesta Existencial.

“Cuando te apasiona tu carrera, sentís como que estás enamorado.”

Esa fue una de las frases que mi papá dijo alguna vez (o en realidad, repitió hasta el cansancio), y que me quedaron grabadas en algún rincón del pensamiento.

Hasta ahora, yo sabía mucho de estar enamorada. Estuve – y estoy – enamorada más de un tercio de mi vida (y de la misma persona, podríamos agregar. Pero esa es otra historia). Si algo sé, es que cuando estás enamorado, no lo dudás. Pero de pasión académica, no tenía ni la más puta idea.

Esa etapa de desorientación profesional, esa confusión y postura existencialista que ataca a la mayoría de los estudiantes de secundaria a medida que se acerca el fin de su vida colegial, yo la pasé por alto. En mis últimos dos años, mientras veía y compadecía a mis compañeros en su búsqueda casi desesperada por encontrar algo que les gustara, que se ajustara al porcentaje de esfuerzo que estaban dispuestos a ofrecer, que les asegurara un futuro laboral beneficioso económicamente, etc., yo seguía con la misma idea que había nacido en mí algún día lejano y ya nebuloso durante la clase de la más brillante profesora de Biología que conocí, M.R.

El azar genético, las enfermedades, la herencia de características, el funcionamiento de las más mínimas estructuras de nuestro organismo, la creación de la vida. Me envolví de todo aquello que me explicara esas cosas que muchas veces me pregunté, desde las pavadas más inmensas hasta algunas otras más interesantes, "¿Porqué si yo quiero mover un brazo, éste automáticamente responde mis deseos, llevando a cabo la acción que tenía planeada en la mente? ¿Porqué otras cosas, como el latir del corazón, la respiración de cada una de mis células, suceden sin poder yo percatarme? ¿Qué son los sueños, porqué soñamos? ¿Qué es el Cáncer y cómo nos mata?".

No voy a negar que todas éstas dudas todavía están revoloteando cerca (como dirían Pablo Romero y sus amigos), y que las pocas que sí pude contestar me trajeron muchas otras a la vez, como cuando se descifra una pista en la búsqueda del tesoro, la cual solo nos llevará al próximo problema. Ganas de saber, tenía.

Lo malo fue estirar esas ganas. No son las mismas inquietudes las que uno tiene a los 12 o 13 años que las que se tienen a los 19. Nunca se me ocurrió parar a pensar; "Che, ¿tanto me gusta esto?". Porque si lo que se quiere es saber algunas cosas, buscar respuestas sobre la naturaleza y su inimaginable mundo microscópico, son ganas que pueden saciarse casi en su totalidad con la lectura de un buen libro. Pero, descubrí, no es lo mismo que tener una pasión.

Una pasión es algo que no puede callarse, no puede esconderse. Es algo tan fuerte y potente que podría regir nuestras vidas. Hay apasionados por el deporte que se "condenan" (con esto quiero decir que sería una condena para mi correr más que lo suficiente para alcanzar el bondi) a entrenamientos arduos y exhaustivos día a día. Apasionados por la Arquitectura, que se pasan semanas enteras con menos de cinco horas de sueño, llenos de polvo de cartón en los pulmones, el pelo, el piso. Hay apasionados con el amor que están dispuestos a dejarlo todo – ya sea sus estudios, sus vidas laborales, sus familias y amigos – por tener cerca a esa otra persona.

Si vamos a los hechos concretos, menos del 9% de la población Argentina concluye su educación Universitaria y obtiene un título. El 62% de los alumnos no están conformes con la carrera que eligieron. Éstos son datos recientes de estadísticas del Ministerio de Educación que figuran en el artículo del Lic. Juan Antonio Lázara, publicado en la Guía del Estudiante 2009.

Esto podría querer decir, o bien que estamos eligiendo mal, o bien que no todos nacemos con vocación, con esa pasión académica o profesional. Por supuesto, la segunda postura es mucho más cómoda, ya que nos ahorraría el dolor de cabeza de leer, informarse acerca de muchísimas carreras, pensar y conocer opciones que no sabíamos existentes. Yo, por supuesto, creía religiosamente que la vocación era algo que simplemente no me tocó, y que tendría que aprender a vivir estudiando algo "bancable". Algo que me gustaba, que más o menos estudiando un cacho podía aprobar, que en parte me interesaba. Y punto. Pensaba conformarme con eso.

¡CRASO ERROR!

Imagínense la situación:
  • De un lado del living, sobre el piso y casi completamente cubierta por papeles y otros materiales, N., mi amiga y actual roommate, que trabaja día y noche sin descanso, ensuciándose toda, cortándose los dedos hasta dejar manchas de sangre sobre el cartón, con las manos llenas de plasticola, media columna vertebral totalmente acalambrada, pegando y despegando, haciendo y deshaciendo, calculando a razón de milímetros las medidas justas de cada pared y su espesor, construyendo mini-escaleras con sus mini-escalones y volviéndose china para que todo quedara perfectamente prolijo. Pero con una sonrisa en la cara. Segura de que todo esto vale la pena, orgullosa con su interminable trabajo, cansada, histérica, alterada, corriendo contra el reloj. Pero feliz.

  • A medio metro, despatarrada sobre el sillón, en pijama, recién bañadita y mirando un capítulo de FRIENDS en la compu mientras se fuma un pucho y toma un traguito de Coca-Cola, Annita, que a la vez, lloriquea y se queja de todo lo que tendría que estar estudiando, y cómo no tiene tiempo para nada, cómo la facultad la agobia, y que REALMENTE se deprime con sólo abrir un libro de Química.

¿Ven la diferencia? Yo sí.

Y aunque no lo crean, no es de vagancia en su máxima expresión y pureza. Me creo una persona razonablemente pensante, y sé que algo que me causa sufrimiento, desesperación, angustia, algo que no me interesa compartir con nadie (a diferencia de N., quien puede felizmente contarte de sus maquetas, y tareas, y casas, y proyectos), algo que me pone mal de sólo nombrarlo, no vale la pena.

Por esta razón, y luego de un proceso de increíbles frustraciones y miedos, incontables momentos en que no me animaba a moverme, a avanzar, tomé la decisión definitiva de dejar la carrera. Y de cero, ponerme a buscar algo que ame, como debería haberlo hecho unos dos o tres años atrás.

Ojo, no es fácil. Leí un montón, hice cuadros sinópticos sobre las áreas que más podían interesarme, dentro de ellas las carreras que más se ajustan a mis gustos e inquietudes, y dentro de éstas últimas, los programas estudiantiles, las materias, qué me gustaba y que no tanto, etc. (Todas ideas que me propusieron – en realidad me obligaron a hacer –mis viejos).

De todas, reduje la lista a una. Una que cuanto más sabía acerca de las materias y de qué se trataba, más sentía que era la correcta. Una de la que no tenía ni idea, pero que ni bien la vi, algo me dijo ¡Es ESTA!

Estoy contentísima, aunque se me vienen muchos sacrificios y cambios si todo sale bien. Espero no estar equivocada, pero como en el amor, en esto no dudo.

Como ya escribí demasiado y si alguien leyó hasta acá debe estar rezando por el fin de este relato personal que a nadie debe interesarle demasiado, dejo las conclusiones y mini aventuras que pasé (como el viaje a la Facultad de Filosofía y Letras con A., mi eterna compañera) para la próxima.

Hasta entonces.

Tuesday, May 26, 2009

Duda existencial.


Yo me pregunto, ¿Valdrá la pena levantarme mañana a las seis menos cuarto de la mañana, salir de la cama calentita, ir pegándome con los muebles escondidos en la oscuridad camino a la cocina, tomarme un café apurada mientras con la otra mano busco el pronóstico, sufrir ataques de hipotermia mientras me saco el pijama para poder ponerme las siete capas de abrigo que sé terminaré arrastrando al mediodía cuando la temperatura cambie radicalmente gracias a los 27 grados de amplitud térmica que "pronostica" el servicio meteorológico, darme cuenta de que olvidé cargar mi iPod, bancarme el saludo malhumorado del portero que ya no da más del sueño, caminarme las nueve cuadras hasta la parada del bondi respirando esa mezcla de vapor de agua congelado con el humo del pucho que se transformó en una necesidad innegable mientras camino, esperar veinte minutos al bendito 107 - que llegará sin dudas repleto de individuos deseosos de demostrar que les molesta despertarse a la mañana, empujando a diestra y siniestra, escuchando música a todo volumen con el celular, algunos incluso aparentemente orgullosos de no haber tocado una ducha en la última semana -, bajar por fin en ciudad (que si Dios así lo quizo algún profesor habrá venido en horario a dar su clase), intentar encontrar al menos un asiento vacío en las primeras 18 filas para así poder escuchar algo o llegar a leer los minúsculos escribejos desparramados por el pizarrón ya blanco (porque el presupuesto no alcanza para borradores), y TODO para pelear el sueño durante cinco horas de fórmulas, teoremas y demostraciones?

Está bien, voy a admitirlo. A medida que pasan los días me resulta mucho más fácil encontrar motivos para faltar a la maldita facultad y quedarme durmiendo hasta tarde, leyendo blogs, mirando la tele. Pero la verdad de la milanesa es que, una vez tomada la desición de que quiero dejar esta carrera (que de momento significaría simplemente dejar de cursar Análisis I dos veces por semana, ya que es todo lo que hago), me parece ridículo perder mi tiempo y paciencia todos los Lunes y Miércoles de 8 a 13 hs.

Aparte, sencillamente, todo esfuerzo que haga es en vano. Las últimas clases no pude resistir la tentación de dormir por un ratito mientras A.P., mi profesor, hablaba y hablaba de cosas que no llegaba a escuchar desde donde estaba sentada. Habiendo ya copiado los cuatro pizarrones cual autómata, decidí que no ganaba nada pasando por el sacrificio de luchar contra el sueño si de todos modos no tenía idea lo que se estaba diciendo.

Por eso, la última vez decidí sentarme en primera fila. Pensé que de esa forma no podía quedarme dormida porque 1) estaría muy atenta a la clase y 2) me daría vergüenza quedarme dormida en frente de A.P.

Pensé mal.

Cinco minutos despues soñaba apaciblemente con un campo lleno de flores y libertad y música. C., mi compañera, cada tanto me daba un codazo suave, y más tarde hizo algún comentario sobre la cara de A. con la impaciencia propia de profesor que no está siendo escuchado.

Como si fuera poco, me había olvidado de poner el celular en silencio, y como es debido (ya que mi vida es una eterna Ley de Murphy), tenía que ponerse a sonar exactamente el mismo día que me había quedado dormida en la primera fila. En la clase resonó alegremente la musiquita de la introducción de Sex and the City. Para ese momento, A. no podía creer que mi insolencia pudiera alcanzar otros niveles, por lo que miró a mi compañera con cara de ¡despertála YA y decile que apague eso!
Pero ¡Éso no es todo!. Mi subconciente, en pleno campo floral, comienza a percatarse de alguna alteración, entre codazos no tan suaves y una melodía polifónica que se le hace conocida. Distraída, como si estuviera siestando en mi cama y de pronto me sonara el celular, atiendo gritando un poco para sofocar la rasposa voz de dormida:

YO: -¡Amiga! ¿Cómo estás? ... ¿¡Qué!? ¿¡Te compraste las botas de R.S.!? ... ¡Qué genial amiga!

A.P. (Con una expresión de impaciencia y resignación nunca antes presenciada por el cuerpo estudiantil): -...Bueno chicos... hacemos un intervalo.... diez minutos... ¿les parece?

YO: - Bueno genial gordi. Sí, sí. Hablamos más tarde. - (De pronto entrando a la realidad, miro al costado. A C.) - ¿Qué pasó? ¿Porqué se levantan todos? ¿Que hora es?...

Por lo tanto, sinceramente, y a riesgo de sonar como holgazana, me parece que lo mejor tanto como para mí como para la salud mental de A.P. y sus alumnos sería que mañana me quedara en casa.

Monday, May 25, 2009

Letras.


Por fin, luego de ya varios meses de sufrir el sentimiento de fracaso y autoinsuficiencia, se aparece ante mí esa simple palabra en forma de epifanía.

Feliz con mi revelación, corro a comentarlo a quien sé le será más cercano.

Esperando anécdotas propias de "los mejores años" llenas de nostalgia y alegría, recibo frases del estilo de:
  • "Ese edificio es un cochinero."
  • "Ya no deben quedar ninguno de los buenos profesores..."
  • "Pobre salida laboral."
  • "Si lo que buscás es un poco de cultura general, quizás podrías probar historia del arte..." (Por lo cuál no sólo jamás demostré interés alguno, sino que poco se asemeja a mi descripción de "lo que buscaba"),
  • "Quizás en otra Universidad... Quizás un curso de Literatura en cambio."
E inolvidable, la ganadora al premio por Menor Grado de Sutileza:
  • "No sé. No creo que puedas triunfar en esto."

Pero ¡Ojo!, no planeo rendirme. Promesa, mañana mismo me meto a la página de la UBA para ver las materias.


(Y, sólo por si acaso, me compro la Guía de Estudiantes.)

Saturday, May 23, 2009

Historias de Bondi.

Originalmente escrito el 01/09/08


El otro día (ayer o antes de ayer) estaba en el bondi (107) yendo para la facu, y a mi lado venía sentada una viejita muuuuy viejita que miraba por la ventana asi como perdidamente. Cuestión que yo venía con mi iPod asique no le di mucha bola, pero cuando entramos a Ciudad Universitaria me toca el hombro y yo pongo PAUSA y la viejita me dice:

- "Señorita, ¿Sería tan amable de decirme en donde estamos?"

- "Estamos en Ciudad Universitaria, una de las sedes de la UBA, en el barrio de Nuñez", a lo que pregunta:

- "Ahhh, ¿Entonces seguimos adenrto de capital? ¿No estamos en provincia ya?

- "No, no señora" - (Pensando, que vieja perdida ajaj)

- "Ah.. claro lo que pasa es que yo estaba caminando, y de repente me dije: el primer colectivo que pase me lo tomo y hago todo el recorrido, asi paseo un poco por la ciudad, porque claro, imaginate que yo ya estoy vieja para caminar tanto, pero si no aprovecho a salir un poco ahora..." - Con mirada melancólica - "Cuando seas vieja me vas a entender..."

Entonces yo le explico que el recorrido termina acá, en el último pabellón, y que después si cruza la calle estan las paradas de todos los colectivos que salen de ciudad, incluyendo la del 107 (Se lo dije porque sentí que sino la pobre viejita se tomaba el 28 que sube por la autopista y vaya a saber uno donde terminaba!). Acto seguido, y con carita de contenta,

- "¡Muchas gracias! No sabés lo feo que es saber que uno tiene que hacer pronto todo lo que pueda, y que hay muchísimas cosas que uno nunca va a poder hacer. Yo tengo 84 años ya." - (Mi cara alberga sorpresa, porque la viejita tenia pinta de viejita pero no de TAN viejita) - "Y claro, estoy un poco preocupada. Igual espero que todavía me queden unos años, imaginate, mi mamita falleció cuando cumplía 92!" - (Mi cara de sorpresa aumento unos cuantos niveles).

Para ese entonces ya estábamos en el pabellón 3, y yo me tenía que bajar (Me salteé mi bajada porque la viejita me mantuvo distraída y despues tuve que correr hasta el pabellon 2), y como me había caído muy simpática, la saludé con un,

- "¡Chau señora! Que tenga un lindo paseo, si baja aca puede cruzar aca mismo para tomarse el 107 de vuelta."

- "¡Muchas gracias! ¡Y que suerte tenés de ser tan joven, y estudiar aca!.. ¡Que lindo, disfrutalo corazón!" - (Y me agarró los cachetes como hacen las viejitas).

Me paro para tocar el timbre y bajar, y le sonrío diciendo

- "¡Chau, suerte!"

Y justo un instante antes de que tocara el primer escalón del colectivo, apenas la escucho que me dice:

- "Ay nena nena... yo no me quiero morir..."

Y con esa frase me dejo pensando todo el día la viejita.

Friday, May 22, 2009

Un poco de mí.


Empezaría diciendo, Hola!, pero estaría no sólo pecando de falta de originalidad sino que también hay un problema psicológico en juego; me incomoda no saber a quién estoy saludando.

En realidad, seguramente será a mi hermanito (a quien les aseguro voy a obligar a leer esto), y quizás en un futuro a alguna otra persona con la que quiera compartir este nuevo Blog. Acaso también algún despistado que navegando inocentemente por La Internet se tope repentinamente con esta mismísima página, cual Titanic contra su Iceberg (Comparación dramática, lo sé, y no creo que jamás esta página pueda provocar a un individuo lo que el susodicho Iceberg provocó al Titanic. Si no me conocen, acostumbrensé, suelo ser dramática. O simplemente cliqueen la crucecita en la esquina superoior derecha que los liberará de esta sarta de trivialidades con las que están claramente perdiendo su tiempo).

En fin, Sr. Lector Misterioso (si puedo llamarlo así), permítame continuar con el hilo de la historia.

Mi hermano me impulsó sin darse cuenta a hacerme un Blog. Tengo que aceptar que sufro de una enfermedad que me hace casi involuntariamente pertenecer a cada clase de web diseñada para compartir un poco de uno con el mundo inventada aún. He creado (y todavía conservo) cuentas en Facebook, Fotolog, el de Terra que nose ni como se llamaba, Hi5, MySpace, y milloooones pero millooooones más. Es compulsivo.

Sin embargo, hasta ahora, nunca me habían interesado esta clase de Blogs. Sabía que los demás terminan por cansarme, porque se transforman rápidamente en una competencia de popularidad superficial, gana el más lindo, el que más amigos tiene, quien más comentarios recauda. Cuando lo único que yo en realidad buscaba era algún modo de expresión. Es todo lo que quiero, expresión. Y lo quiero por todos lados. Por eso dibujo cosas sin sentido, escribo canciones y cuentos y reflexiones sobre mi vida y mis sentimientos, tengo diarios y agendas y a veces hasta me grabo hablando. El problema es que sólo me expreso a la "nada". A un papel, a una guitarra, a un celular. No estoy diciendo que ésto vaya a ser diferente at all, para ser sincera no tengo idea. Pero lo que sí tengo, es la suerte de haber entrado al Blog de mi hermanito (que aunque ya tenga 16 años va a ser mi hermanito hasta mínimamente los 42 en donde comenzaré a aceptar su adultez) y leer las cosas que el escribió. Escribió libre y felizmente sobre su vida, sobre sus intereses, sobre la Religión y la Ciencia, y Carl Sagan, y (por alguna extraña razón) el Cuco. Temas que en mi familia suelen aparecer, como muchos otros. Porque en mi familia todo se transforma siempre en una conversación seria y aparentemente profunda sobre la Vida y el Universo y el Ché, lo cuál aunque a veces se torna pesado y terroríficamente sin-escapatoria, otras veces lo agradezco porque gracias a AÑOS de tener esta clase de charlas, mi mente merodea por pensamientos de cosas muy variadas casi instintivamente por horas y horas.

Mi idea principal para este Blog es hacer un gran collage. Collage de éstos pensamientos, de muchos de mis sentimientos, de reflexiones, de cuentos, de temas serios, de canciones, anécdotas y toda clase de cosas. Lo que surga al momento de escribir (¡Alabada seas, espontaneidad!). Y aunque nadie nunca jamás lo lea, o aunque a nadie le importe un quinoto sobre lo que escribo, incluso aunque los administradores de esta página me insulten y censoren, voy a intentarlo. Me parece interesante.

En fin, Sr. Lector Misterioso, quién quiera que seas, gracias por haber leído hasta acá (si es que ALGUIEN leyó hasta acá), y me veo con la obligación de advertiros que suelo explayarme, irme por las ramas, y transformar una breve entrada de Blog en un interminable y tedioso texto incomprensible. Sepa disculpar.

Ahora si, sin más (¡por ahora!) lo saludo.

PD: Cómo habrá notado, ahora que le dí la identidad de Sr. Lector Misterioso he logrado superar mi barrera psicológica y saludarlo sin problemas.