Wednesday, March 18, 2015

Un poco de Annita antes que todos muramos.

Tarea para el segundo encuentro.

Todavía me acuerdo como si hubiese sido ayer todas y cada una de las incómodas sensaciones de los Temblores. Las piernas inquietas, la cabeza que se escapa y se quiere llevar la vida, la respiración que se vuelve de pronto voluntaria, las ganas de quedarse peleándose con las de soltar.
Los Temblores fueron pocos, pero efectivos. No sé que neurona estúpida me habrán tocado, pero parece que esa propagó el mensaje. Y entonces aparecieron los Miedos, esos de los que todos hablan o en los que todos pensamos alguna vez, esos que te impiden y que te golpean hasta que mirarte al espejo es ver una cara deformada por los moretones.

Antes de la llegada de los Temblores, la lista de cosas que querría hacer mientras mi biología me lo permitiera, era infinita.
Ahora, solo hay una y primordial que cancela a cualquier otra.
Sacarme el miedo.

Annita pre Temblores quería tirarse de paracaídas, viajar por el mundo cantando en todos los bares por algunos billetes, conocer Vietnam.
Ahora solo quiero animarme.

Annita pre Temblores fantaseaba con sumarse a cuanta orgía profunda o banal se le presentara; sexual, alimenticia, filosófica, militante.
Ahora solo fantaseo volver a confiar en mí.

Annita pre Temblores soñaba con actuar en el teatro, o en el cine, o en la tele, o con escribir un libro o quizás algún día dar un recital su propia banda y canciones.
Ahora solo sueño con entusiasmarme.

Annita pre Temblores buscaba incesablemente encontrar al amor de su vida.
Ahora me contento con amar.

Lo único peor que quedarse sin tiempo para realizar tus deseos, es quedarte sin deseos. Sentir que tiempo es, en realidad, lo que sobra.

Boicotearse, aburrirse, tapar la mancha negra de humedad con pintura fresca o, incluso, ni siquiera taparla. Acomodarse uno alrededor de la mancha, acostumbrarse, dejarse estar, dormir o mirar series hasta vomitar, consumir libros o músicas que hizo otro y no permitirse pensar de nuevo que quizás, una misma podría ser autora de su vida.

Ahora me digo, bueno, Annita. Tu tarea no era enumerar tus males ni tus Miedos ni tus no ganas. Además, me consuelo, no seas pesimista. En éste mismo momento estás escribiendo, y en un rato vas a lo de Ceci para seguir con un proyecto, y ayer tocaste un poco la guitarra, y este verano hiciste una excursión en la selva.

En conclusión, y en cumplimiento con la tarea, de las cosas que deseo hacer antes de que me muera la lista es la siguiente:

Anirmarme de nuevo a correr riesgos, a ponerme en peligro. A tener miedo pero seguir caminando sola por la calle a cualquier hora. A bajar por una cascada de agua atada por una soga en alguna excursión.
Confiar en mi creatividad y mis habilidades. En que puedo escribir un poco, puedo cantar un poco, puedo actuar un poco, y que con dedicación todo poco puede convertirse en mucho.
Entusiasmarme con la idea de la aventura sin ponerme trabas de antemano. Con los desafíos, con las clases, con las personas, con las salidas.
Dejar de contentarme, de lamerme la cola, de palmear mi propia espalda y regodearme de lo que tengo.
Empaparme de ganas.

Y por más trivial que pueda parecer esta lista, aún podría reducirse mucho, muchísimo, a una sola frase.

Antes de que me Muera, deseo volver a intentar con todas mis fuerzas Vivir.