Wednesday, July 30, 2014

¿Cómo te llamás?

Mis dos novios tienen nombres raros.
Bueno, no quiero confundir. No tengo dos novios. Me refiero, de los dos novios que alguna vez tuve, ambos tienen nombres raros. De los dos novios "en serio". Los otros se ve que fueron en joda. O de práctica. 
Mis tres mejores amigas de la infancia y de la adolescencia tienen nombres raros. Una sobre todo. 
Mi mejor amiga invisible, quizás la más cercana, tiene nombre raro.

Y como es invisible, y sólo puede enojarse si yo se lo pido, su nombre sí lo voy a decir.


Pirulingia. 
Mi mejor amiga invisible se llama Pirulingia.
La nombré tantas tantas veces, la escuché nombrar por otros, cercanos. 
Pero creo que jamás lo había escrito.

Pirulingia.

Cuando yo me enteré que mi nombre, Anna, no era demasiado común en éste país, me puse muy contenta. Gracias, gracias a esa "n" pancita chiquita de más, fui un poquititín más especial que las demás Anas, y que las Flor, y ni te cuento que las Sofía que siempre hay muchas. A algo se tiene que aferrar uno para sentirse un poquititín más especial, y yo me aferraba a esa "n". Siempre, después de responder a cómo me llamaba, se venía la aclaración con doble ene. Y sigue pasando, tengo que confesar que sigue pasando. A veces, no contenta con una ene de más, me ponía a pensar cómo sería mi vida si me hubiera llamado de alguna forma mucho más extraña, como Afrodita o Lluvia o Naathzsch. ¿Hubiera sido mejor persona, más interesante, más linda, más rica? ¿Y si hubiera tenido un nombre agónicamente común? ¿Hubiera sido más dientuda, más flaca, menos oscura, más feliz?

Como en tantos otras aspectos, siento que estoy en el límite. 
¿Y será justamente por estar nombrada sobre un límite, que me encuentro en los límites en todo lo demás?

Esa y mil vueltas más le doy a mi nombre.
Pareciera que no me importara en absoluto haber conocido gente especial con nombre común, y gente común con nombre especial. ¿De verdad las conocí? 
O quizás ni siquiera me doy la oportunidad, quizás hay algo de prejuicio inconsciente sobre una persona dependiendo de cómo se llame. 
Es injusto, yo lo sé. No es su culpa, son pocos los privilegiados que eligen su propio nombre. ¿Pero no les pasa a todos tener ciertos prejuicios sobre un nombre por haber conocido a alguien con ese nombre que fuera un total zopenco? 

Es claro que mucha gente piensa en el fenómeno de los nombre raros. Cada vez más son los nenes con nombres originales, sustantivales, difíciles de deletrear. Me animo a pensar que la lógica detrás del fenómeno es que poniéndole a un hijo un nombre especial se le da más oportunidad de una vida especial. 

Yo mientras tanto me pregunto si algún día seré capaz de enamorarme de un Juan, de un Lucas, de un Fede. Y espero ese momento maravilloso en que los nombres raros sean cosa común, y los nombres comunes vuelvan a ser raros.