Tuesday, January 15, 2013

Desquicio de Elección.

Es que yo no sabría, no podría decidir entre comerte a besos y vomitarte todos los fluidos infecciosos con los que me llenaste el estómago, el esófago, el intestino. 

Si empezara por besarte, lento, encerrando tus labios entre los míos y mordiéndolos un poco, incitándote a que mordieras los míos, de seguro un arrebato de locura incontrolable me llevaría a quedarme con un trozo de tu piel entre mis dientes. Y entonces, ¿quién podría detenerme? Ah... ahí sí, entre tanta sangre despedida a borbotones, entre tanto grito de espanto encontraría la paz. Y te agarraría el miembro fuerte, firme, para que pudieras disfrutar conmigo. ¡Qué delicia, masticarte un testículo hasta  hacerlo reventar! Y todo lo tuyo se vería desparramado por la cama, por el piso, por el sillón. Yo me revolcaría apasionada sobre todo, sobre vos. Te desarmaría y pondría tus partes adentro mío, profundo. Empujaría mis dedos contra tus oídos hasta que los sintieras penetrando tu cráneo, tu cerebro. ¡Quién pudiera engullirte, entero, mantenerte en su vientre y después parirte para volverte a amar!

Pero si decidiera vomitar, empezaría por las palabras. Y las palabras se tornarían rápidas, inentendibles. Te hablaría en todos los idiomas y te cantaría todas las canciones, y luego te vomitaría el almuerzo, y el desayuno, hasta que no quede nada más que bilis. Cuando ya te estés ahogando en jugo verde y amarillo empezaría entonces a escupir sangre por la boca, y tu ropa sería la de un asesino. Hasta que mi cuerpo se seque por completo, y en la más pura palidez mis pulmones se me saldrían por la garganta, y lo seguiría el corazón, un riñón y el otro, mi páncreas, la vesícula, ambos intestinos cargando todos sus desechos, y te enredarías en ellos y en todos mis órganos y no podrías ya escaparte de tanto vómito. Llorarías de desesperación por no poder salvarme, y yo bebería sin duda tus ríos salados para regenerar mi cuerpo, por mis venas no pasaría más que tus lágrimas y renacería como otra, como nueva, como mezcla entre ave fénix y pez de las profundidades, como sirena o tritón. Y te hundiría conmigo bajo el océano, hasta que no pudieras respirar, y con ojos violetas te pegaras a mi boca tratando de robarme el último respiro. 
Yo te lo cedería, porque te cedería todo, y acabaríamos por inhalar el mismo aliento, hasta convertirnos en uno. Así entonces no podrías lastimarme, porque lastimarme significaría lastimarte a vos mismo, y recién entonces podrías amarme por completo, desde el egocentro, desde la primera persona que relata y dirige cada una de nuestras vidas. 

Si pudiera armarme de valor y decidir terminar con mis mentiras, entonces no tendría que elegir. Simplemente haría una y la otra, consecutivas, simultáneas, empíricas, palpitativas. Volvería a la forma animal, te traería conmigo, jugaríamos a la presa y el predador, nos olfatearíamos las colas y nos regocijaríamos en explosiones de éxtasis infrenables, interminables, durante horas, o días, o meses, o años, hasta que nuestra existencia terminara por completo. ¡Quién pudiera pasarte las garras por la espalda, juntando células epidérmicas bajo las uñas, chupándose tu dolor en cada dedo! ¡Quién pudiera luego lamerte las heridas, lamerte las plantas del pie y el cuero cabelludo, las ojeras, la nuca, la parte de atrás de la rodilla! Te arrancaría cada lunar y los guardaría entre mis senos, los pintaría de pecas, los rasparía con los pelos cortos de tu barba, o los de abajo de tu ombligo. Y cuando fueras enteramente una viscosidad salivosa, me pegaría fuerte a vos, y seríamos una ameba, una procariota, un aparato de golgi, un retículo endoplasmático rugoso, una mitocondria en eterna fagocitosis.

Fuera como fuese, no te dejaría hablar más veneno, el dolor, el placer no te lo permitirían. Apenas alcanzarías a formular una mueca de sonrisa, feliz de por fin poder caer en el abismo afrodisíaco a cuyo borde tantas veces te acercaste, tentado por la infinitud de su precipicio. Sentirías, podrías experienciar la pulsión en su máxima potencia, en la perfecta amalgama entre lo mortal y lo sexual.

Y en esa sonrisa, en esa rendición, encontraría el suspiro que retiene mi boca y el volcán que habita mi cuerpo. Y podría entonces volver a vivir, sin más.

Monday, January 7, 2013

De una Noche Inquieta y una Imaginación con Insomnio.



A la tarde o a la noche me dejo pensar en vos
 y siento agua 
que empuja por salir de mi cuerpo.
Todo arde 
como si me hubiera quedado dormida bajo el Sol, 
y sólo puedo escucharme palpitar, 
llamándote.
Es tan fácil imaginar tu ahogo en mi oído 
y convencerme de que es tuyo éste sudor...
Todo lo que roza mi piel puede transformarse en un brazo,
o un muslo,
o unos dedos que te pertenezcan.
Siento tus dientes sobre mis labios suaves,
lastimados por la sequedad del clima. 
Cuando te encuentre,
voy a contarte una por una 
las miles de historias
en las que compartimos el espacio
y nos acurrucamos en un mismo aliento.