Wednesday, September 26, 2012

Primavera en el Cordón.


Pasa cada vez más gente. Cada tanto levanto los ojos para encontrar otros.
Me gusta el azar.
No sé a quién espero. Quizás vos no vengas a buscarme. Y me vaya con otro, con cualquiera. Puede que en ésta misma cuadra, por éstas baldosas grises y pecosas como el pez de la estación de servicio y como el chico que sospechaba ser su hermano, pase alguna otra persona. Una llena de tiempo, que me invite a recorrer la ciudad. Una que me de la mano, porque sí. Porque así lo quiere.
Yo me agarraría fuerte de esa mano desconocida. Le pasaría la yema del pulgar por todas sus líneas. Encajaría mis dedos en las ranuras que queden entre los suyos. Los apoyaría en esa pielcita suave, casi elástica, que siempre me hace pensar en las ranas. Nos iríamos caminando a cualquier parte. Nos llenaríamos del Sol que le está dando una fuerte bienvenida a la Primavera. Recorrería el laberinto de sus orejas. La miraría a los ojos y le preguntaría su nombre.
¿Qué importancia tiene un nombre? ¿Nos define, de alguna manera? Si es a través del lenguaje que incorporamos mundo, ¿es un nombre una forma de incorporarnos unos a otros?

Si esa persona viniera, si me tocara, si me ayudara a levantarme, entonces yo no tendría más remedio que dejarme rescatar. Me escaparía sin miedo del ruido, de mi cabeza, de la tuya. Me entregaría a su ritmo, a su paso. Me dejaría invadir por el Silencio. Le pediría que no me pregunte nada.
Quiero jugar con un por siempre desconocido. Quiero no saber. Que no me importe su historia, que no le importe la mía. Hacernos compañía por un día entero. Por un día eterno.
Seríamos entonces, desconocido y yo, inocentes. Inocentes por completo. No habría nada entre nosotros más que espacio, o quizás ni siquiera eso. Quizás nos pegáramos, un cuerpo al otro. Y si entonces se nos dificultara la tarea de caminar, nos sentaríamos en cualquier cordón. Yo apoyaría mi cabeza en su hombro. La dejaría caer con todo su peso. Y a su vez absorvería el de su cabeza sobre la mía.

Pero la gente pasa y apenas me nota. Alguno me mira, por un instante. Pero en cuanto entienden que mi mirada persiste, intentando penetrarlos, desvían los ojos hacia abajo, hacia adelante. Ninguno me tiende una mano. Ninguno me toca.

De vez en cuando, en esos momentos en que siento que camino en sentido contrario al de la masa de peatones, suelto las manos y las dejo pasear, tocando. Tocándolos. Suave. Algunos se dan vuelta extrañados. Muchos ni lo perciben, o pretenden no percibirlo.

¿No sería el mundo un mejor lugar si nos habláramos menos y nos tocáramos más?

No comments: