Friday, February 15, 2013

Jugar.

No es ella ni es él. No son sus labios sobre su piel, ni los cruces de sus piernas, ni las caricias, ni los abrazos que jamás conoceré. No son sus sombras hechas una, ni los olores que despiden, ni su explosión perfecta y practicada, ni el esplendor de una pasión quizá apenas apaciguada. No son sus cansancios, acompañados, entrelazados. No son sus cabezas en aquella misma almohada. Ni los roces de sus pieses, ni sus intentos de silencio, ni su jurado amor eterno. No son sus palabras dulces, ni sus respuestas. No son sus risas conjuntas, no son sus tristezas compartidas, no son los consuelos de sus manos. Ni sus miradas cómplices, ni sus conocerse tanto. Ni sus mutuas elecciones, ni sus mentiras, ni sus pecados. No son sus entendimientos. No son sus rincones pactados.
No es lo que me es ajeno, no es lo que me privaron.

Es mi juego, que está roto. Que es una caja vacía. Perdí los dados, las fichas. Los relojes de arena. Las tarjetas, los peones, los jugadores de colores. 
Pero ante todo perdí las reglas.
Y es por eso que no entiendo que aún así, alguien con tantos juegos tan completos, tan entretenidos, correctos, quiera seguir jugando conmigo.
Usándome de tablero.

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