Estoy "trabajando". No hay nadie a esta hora. Espero con ansias que Novio pase a darme un besito en su camino porque lo extraño mucho.
Mañana nos vamos de vacaciones a la costa. Hace dos semanas que vengo quejándome de las mismas cosas: Qué caros están los pasajes, qué caro es el hospedaje en la costa, y cómo la gente es rata con las propinas.
Recién estuve arriba cortando fiambre en la fiambrera y (obviamente) se me cayo la parte que sostiene el fiabre con sus veintetrés pinches puntiagudos sobre la mano, y me hice la que no me dolía porque Mari me miró con cara asustada. Pero la verdad es que me dolío un poquito.
Antes de eso lavaba el cuchillote grande, y me puse a pensar que lavar ese cuchillo es muy parecido a masturbar a un hombre. Después me sentí avergonzada por pensar eso. ¿Me estaré convirtiendo en una moralista?
En fin, dentro de aproximadamente una hora y quince minutos va a venir una chica para que Mari y Tío la prueben como mi reemplazo. No sé bien porqué, pero estoy un poco entusiasmada con la idea de ver como la hacen hacer café y cosas. Claramente nunca pasa nada emocionante acá. Todos los días son tan totalmente iguales que juraría que no pasa el tiempo. Sin embargo, pasa nomás. Y aunque cada día que pase aca se me haga eterno, la verdad es que ahora miro para atrás y pienso "Bueno, che, no fue para taaanto...". Y mañana me voy, y nada ni nadie va a poder interrumpir mi enterísima semana de descanso y playa y mar y amor.
Pero cada día costó. De hecho, las nueve horas por día que estoy acá me sirven para darme cuenta de lo importante que es estudiar y progresar y poder elegir un trabajo que a uno le guste. Y no quedarse con la única oferta, y que te exploten, y que te latan los pies de estar parada todo el día, y que la gente no te deje propina pero sí se encargue de llenarte la mesa y el piso de miguitas de tostado o de café con leche y muchos, MUCHOS granitos de azúcar.
Me prometo a mí misma: Este año no hay excusas, sí o sí debo encontrar trabajo.
